Recuerdo que durante el transcurso de mi segundo taller, una de las dificultades que tenía el curso en general, era el análisis del usuario, pasaba horas tratando de definir lo relevante del personaje que teóricamente habitaría mi proyecto para poder extraer de él y de su forma de vivir, una idea conceptual para estructurar el encargo, pero siempre me fijaba en superficialidades y terminaba por caricaturizarlo sin encontrar la esencia de él.Ya en ese entonces, recién comenzado mi camino por la carrera, aparece la primera inquietud, ¿Por qué no existe un sistema estructurado y pautado que sirva de apoyo para el mejor entendimiento de los usuarios de un proyecto?Con el paso del tiempo pude comprender mejor como caracterizar y analizar a los usuarios, logrando así, proyectar mejores trabajos, pero sentía que aún faltaba, pensaba que existía algo intrínseco en las personas que serviría para cimentar las propuestas de cada proyecto que realizaba, pero siempre sentía la sensación de que no encontraba la respuesta, ya que siempre se interponían los prejuicios y la intuición predominando sobre un análisis objetivo y sistematizado de los usuarios.Fue ya en el cuarto año de la carrera cuando se empezó ha hablar del concepto de cultura dentro del taller y de cómo podríamos usarla para proyectar.Fue en el encargo de licenciatura que se nos propuso proyectar un centro para el desarrollo de la cultura chilena donde apareció por primera vez el concepto de cultura como protagonista y donde debía dar una mirada bajo este prisma al usuario de mi proyecto. En ese momento, no pude llegar a dar un análisis acabado de la cultura chilena y de cómo esta se refleja en el diario vivir de las personas, pero visualice que mediante este enfoque, se puede lograr una mirada más objetiva y analítica del usuario.Fue así como nació la inquietud sobre este término tan complejo que muchas veces es mal utilizado por no saber bien su significado o por el sólo echo de estar atado a muchos prejuicios que las personas han adoptado como ciertos