El equipo del restaurante Colonie, formado por Tamer Hamawi, Emelie Kihlstrom y Elise Rosenberg, escogió el East River, a las afueras de Brooklyn Heights, para crear un espacio envolvente, donde esta comunidad de Nueva York encontrara un remanso de paz y vuelta a la tradición donde guarecerse del frenético ritmo de la gran manzana.

Colonie parte de un proyecto para impulsar la cocina de excelencia en este barrio de Brooklyn, conocido más por sus paisajes urbanos con encanto y unas vistas increíbles de Manhattan que por su oferta culinaria, bastante limitada hasta ahora. Así, Colonie, con precios asequibles y productos procedentes de proveedores locales, ha animado la vida exterior del vecindario y ha sabido dar respuesta a sus necesidades.

La hospitalidad y la calidez marcan el carácter de este local y se encuentra en cada uno de sus detalles. El arquitecto Alex Meyers de MADesign, ha dirigido la remodelación de este espacio. “Construimos el restaurante utilizando tantos materiales reciclados como fuera posible”, explican los integrantes del Colonie.

Así, las dos banquetas de los ventanales frontales y los asientos que recorren uno de los lados del espacio fueron anteriormente bancos de iglesia. El suelo, techo y mesas están realizados a base de madera recuperada, mientras que el gran espejo del bar es un vidrio antiguo y el marco perteneció al antiguo Centro Internacional del Juguete, ubicado en el emblemático Toy Building, junto a Manhattan. Una viga de acero que los propietarios encontraron en la azotea es ahora una lámpara de araña que ilumina la zona de comedor. Para dar un plus de calidez al frío acero, se han utilizado también bombillas desnudas.

Los propietarios de Colonie optaron por una cocina abierta, decorada con antiguas baldosas blancas procedentes del metro y pilas de cazuelas y sartenes sobre la estufa. El toque cálido definitivo viene de la mano de una gran mesa que, gracias a una viga anclada al suelo, permite deslizarse sobre ella los sobres de las mesas, que pueden convertirse así en una amplia mesa para grupos grandes o separarse para varios más pequeños. El resultado es un guiño al pasado, como si de una gran comida compartida en familia se tratara. Accesorios vintage adquiridos en mercados de pulgas y diferentes subastas de la ciudad, hacen el resto.En una de las paredes, un jardín vertical, “una pared viva” en palabras de sus dueños, es el contrapunto exuberante a la iluminación industrial, las perfilerías de acero y el ladrillo visto. Además, ¡son plantas comestibles!