La pauta obligada por la existencia de fuertes restricciones de carácter normativo, han sido utilizadas aquí en positivo, con el objetivo de llegar a establecer un brillante diálogo con la obra original de Lluís Doménech i Montaner.
El primer objetivo de la renovación de la Fundació Antoni Tàpies ha sido el convertir la necesidad de adaptación a las nuevas normativas de seguridad y evacuación, en una mejora integral del conjunto, abriendo todo el edificio histórico al público mediante nuevas áreas de exposición, archivo y educativas, y concentrando las áreas administrativas en un nuevo pabellón de tres plantas ubicado en el fondo de la parcela y con salida directa al patio de la manzana.
Pero la nueva Fundació Antoni Tàpies pretende, sobre todo, contribuir a consolidar una nueva generación de museos entendidos como centros de producción cultural, planteando una espacialidad múltiple, adaptada a la diversidad de las prácticas artísticas, a la demanda de equilibrio termodinámico, a la puesta en valor del patrimonio heredado y a la disolución atmosférica en favor de la intensificación de la experiencia del visitante, a quien se le ofrece la visualización de todo el complejo entramado programático que soporta la producción cultural y el propio edificio modernista, como parte misma del sistema expositivo.
Al diálogo establecido entre la obra original de Lluís Domènech i Montaner –construida entre 1881 y 1884– y la intervención de Roser Amadó y Lluís Domènech de 1987-1990, en especial la instalación de la obra de Antoni Tàpies en la cubierta –Núvol i cadira (Nube y silla, 1990)–, se incorpora ahora otra pieza de Tàpies –Mitjó (Calcetín, 2010)– en una cubierta ajardinada que abre el museo a nuevos diálogos con el patio de manzana del plan Cerdà.
En términos medioambientales, la ampliación supone una mejora sustancial de la iluminación natural del edificio original y del factor de forma del conjunto, englobando la intervención en un volumen único en beneficio del control y reducción de los intercambios energéticos.