En este capítulo no se expondrá una historia de la filosofía como las publicadas por Horst Schilling (1951, 1953), Wolfgang Stegmüller (1978,1987), Johannes Hirschberger (1976) o Ernst Bloch (1985). De la misma forma no pretende ser una introducción general a la teoría de la ciencia, como la elaborada de forma gráfica por Helmut Seiffert (1983,1985). Se trata de aclarar la cuestión de qué aspectos de la teoría y de la metodología del diseño nos remiten, directa o indirectamente, a la filosofía. Será inevitable renunciara una relación detallada de la obra completa de cada teoría filosófica. Un procedimiento tan ecléctico sería ciertamente insuficiente. Sin embargo la crisis de identidad del diseño deja sentir en nuestros días una necesidad de teoría y de reflexión -por tanto de filosofía- que a mi parecer justifica este planteamiento.

Es todavía más evidente la necesidad de encontrar un sentido frente a la desmaterialización progresiva de los productos. La transición de la creación del producto -es decir, el hardware- hacia el software o el diseño de interíace, exige además nuevos puntos de referencia. Se ha de añadir que la transición hacia la inteligencia artificial, el Wetware Design (diseño de bio-chips), o hacia la creación de micromotores en los años noventa influirá también en el diseño.

Las ciencias filosóficas están adquiriendo un papel cada vez más importante. Odo Marquard (1985) describió de manera más detallada esta situación en su ahora ya legendario “mensaje de Bamberg”: “Es verdad que en nuestros días hay una crisis de la filosofía: pero -si mi observación ei correcta-, ésta no consiste en una carencia de oferta filosófica, sino en que su demanda -como consecuencia de la modernización acelerada-, crece más deprisa que su potencial de respuesta. En resumen la crisis actual de las ciencias filosóficas no es una “crisis de capacidad”, sino una crisis de exceso de demanda. Las ciencias filosóficas no se extinguen, sino que a pesar de crecer no van a la par con la modernidad. Esto no contradice sino más bien apoya mi tesis fundamental, que reza lo siguiente: Cuanto más se moderniza el mundo, la filosofía se hace más inevitable”.